No hay nada mejor, cuando uno está de vuelta, cuando de nuevo se llena el espacio de tu ausencia, que encontrarse con un gran regalo, con un regalo que no se puede envolver de lo grande, de lo enorme que es…
Y yo los encontré al llegar…
¡Enormes, enteros, traviesos, sedientos…!
¡Eran tus besos…!
Y solo para mí, para mí completos…
Para hacer más cálido mi verso,
para mandar parar al universo,
y así, en quieto silencio,
mejor disfrutar de ese momento…
¿Otro regalo mejor…?
¡No hay parangón…! No puede haberlo.
Que ni mi estrella se atrevió a brillar.
No quiso hacerlo
por si los inquietaba con su destello…
Como una cómplice más
no quiso molestar, fue lo correcto,
por si la magia de ese instante
pudiera evaporar, perder su tempo…
Incluso se quiso ocultar, la pobre,
detrás del firmamento y así
no hacer sonrojar, uno por uno,
a todos esos grandes besos…
…Y ahora los llevo todos puestos,
sé que me arrastran, me da igual,
porque yo, presumo de ellos,
de todos y cada uno de tus besos…
Y yo los encontré al llegar…,
…a mi regreso.