…Como todo buen pueblo y ciudad que se precie, al llegar sus fiestas estivales, casi siempre en agosto, prepara, para conmemorar tan magno evento, un programa de mano para las fiestas en el que aparecen, además de las empresas y entidades colaboradoras, las damas y reina y el programa oficial de dichas fiestas, aparecen también distintas colaboraciones que amenizan dicho programa con fotos, escritos y demás aportaciones amenizadoras. Pues bien, este año he sido uno de esos afortunados colaboradores, y el ayuntamiento ha tenido la amabilidad de publicarme, en las páginas de dicho programa, una de mis fotos y uno de mis poemas que habla de mi ciudad, de la ciudad del Doncel, de mi Sigüenza querida. Hablo de una de mis zonas preferidas de allí, de las travesañas. Se trata de la Sigüenza medieval, del casco histórico de la ciudad, barrio embutido dentro de su muralla de recia piedra protegiendo a los allí residentes de donde solo se podía salir o entrar por sus diferentes puertas bien vigiladas. Calles angostas, con suelo empedrado, de empinadas cuestas, con grandes portales que protegían las casas del frío y de miradas indiscretas. Travesaña alta y baja, paralelas a su castillo, hoy parador nacional, y sus distintas calles trasversales en empinada cuesta.
Pues hoy, con una gran ilusión por mi parte, os quiero mostrar la foto publicada y las fotos del programa de fiestas, que podéis ver más arriba, así como el poema en cuestión que se podría titular «travesañas»
Espero que os guste y que podáis compartir conmigo parte de esta alegría que a uno le supone ser, de alguna forma, reconocido por su gente.
Al que conozca Sigüenza ya sabe de lo que hablo, bien sabe ya lo que os digo, y para el que no la conozca, para el que no tenga ese inmenso placer, ya sabe lo que ha de hacer: no dejar de visitar la gran ciudad del Doncel… A buen seguro que os embrujará como a mí.
¿Qué esconden tus prietas calles
por las altas travesañas?
¿Qué historias, celosa, guardas
tras tus puertas y ventanas?
De amores y desvaríos,
quizás de grandes hazañas,
de miserias y penurias,
de nobles, de bellas damas.
Tu empedrado, corazones
de vivencias ya pasadas,
de amores y desamores
de las que vendrán mañana.
Tantos paseos…, y lunas
que te observan cuando vagas,
que susurran a tu oído:
«no te quedes fuera, pasa».
Pasa a este jardín de rimas
que atraviesa hasta esa plaza.
Pasa a este sueño entre rejas,
entre blasones y espadas.
Pasa y disfruta del tiempo
que en cada esquina descansa,
para que duren mil días
las noches por ti soñadas…
…Mientras tus piedras aguantan
tantos suspiros y almas,
entre tus muros de piedra
repicaban mis pisadas…
Y me fui de tu rojizo
manto que tu farol cubre,
que me iluminó el sendero
en que la verdad discurre,
sin ni siquiera atreverme
a mirar lo que dejaba,
por si al mirar desvanece
tanta magia allí encontrada…
…¡Que aquí queden tus historias,
entre calles apretadas,
y que sólo las desveles
a paseantes del alba!
© 2014 J. I. Salmerón