Ya no me acordaba
de ese sol sobre mi cuerpo.
No sabía distinguir
si era tarde o era noche
en este lánguido invierno.
Todos los pasos que di,
todos los árboles secos.
Todo oscuro, a descubrir.
Todo luces de farola
a lo largo del sendero…
El cuerpo se quedó preso,
dormitando entre el abrigo
y las ascuas del brasero.
La mirada siempre ausente
en brazos de algún recuerdo.
Ya no me acordaba
del andar sobre tu pelo.
Si tu blusa, sus botones,
me miraban con deseo
al posar mi mano en ellos.
No podía recordar
si eran muy altos tus besos
y tenía que empinarme
para tus labios rozarte
y llenarnos de deseo.
Y es que es tan largo el invierno
que por eso no me acuerdo
si quedamos para vernos
o fuera un guiño de estrella
la que me llamó de lejos.
Si tu falda, a la carrera,
levanta largo vuelo.
Si tu mano la tomaba
alternada entre mis dedos
o era otro efímero sueño…
Por eso esta primavera
se hace titán mi recuerdo,
y vuelve la luz del día,
y vuelvo a sentir tus manos,
y llego de pie a tus besos.
Y recuerdo que quedamos
en que debíamos vernos.
Porque tu blusa y mis ojos,
sus botones y mi alma,
se añoraban con deseo.