Hoy me paro aquí un momento
y escribo con toda el alma
a quien se erige mi dama
y es mi central argumento.
Aquí le cuento, señora,
cómo este Amor que me oprime
y hasta el respirar me impide,
por su ausencia siempre llora.
No puedo, mi doña Inés,
pasar más tiempo sin veros,
sin mirar los dos luceros
que por ojos vos tenéis.
Que mi vida es un no ser
y a cada paso que intento
no encuentro sino tormento
por no abrazar vuestra piel.
Dicen que yo no os merezco
por pendenciero y rufián,
por seductor y galán,
por mujeriego embustero.
Pero esta vez de verdad
defiendo a capa y espada
todo el Amor que mi amada
guarda para este Don Juan.
Sé que en mi vida he pecado
pero hoy os pido clemencia
para indultar mi conciencia
y poder ser vuestro amado.
Decidme pues, Doña Inés,
si este Don Juan de rodillas
que muere entre pesadillas
Puede soñar vuestro ser.
Decidme, Amor de mi vida,
si este corazón errante
puede ante vos hoy postrarse
para cerrar esta herida.
Hoy, Inés, Don Juan suplica
que en mis brazos os quedéis
y que en mis labios probéis
este Amor que se os explica.
Doña Inés, aquí os espera
un Don Juan de corazón
roto de tanto dolor
a que vuestro Amor le quiera…