“Fuiste mi primer Amor
aunque tú no lo supieras.
Asomando en la tormenta
fuiste mi rayo de sol.
Por más que estiré mi Amor
no llegó nunca a tocarte
y no consiguió alcanzarte
mi abrazo en tu corazón…”
Siempre recitas lo mismo.
Siempre en la tarde a esperar
al borde del viejo mar
a que volviera contigo.
La tarde, su luz en calma.
La brisa del horizonte
tumbada sobre poniente.
Tu imagen es recortada.
Oteas si al fin la vista
de tus ojos sobre el mar
traen a ese Amor que ahora está
allende de las montañas.
Y solo el agua de sal
regresa sobre tus ojos.
Solo los sueños ya rotos
a tu piel sientes llegar.
Esas olas de ansiedad,
ese mar y su profundo
que recorren hoy tu mundo
ahogándote de esperar.
“Seguiré todas las tardes
volviendo al caer el sol
mostrando mi corazón
a la playa de tus mares.
Tu Amor, como ola a su playa,
llegará una madrugada
del mar que trae tu mirada
volviendo a llenar mi alma…”
Y allí seguiste esperando
aquel barco del Amor
entre las puestas de sol
de días, meses y años.
Allí se acabó tu mundo,
al borde de aquella tarde
donde junto al mar miraste
zozobrar tu Amor sin rumbo.