No puedo darte tanto como pides,
solo me queda entero un corazón;
que el resto se mojaron en abriles
ahogándose entre lluvias de dolor.
No me pidas el sol cuando es de noche,
de nuevo te ha ocurrido lo de ayer
al rechazar los rayos con reproches
por ser rescoldo de un atardecer.
Siempre quise ser luna en horizonte
paseándose llena entre silencios.
Contarle a las estrellas que tu nombre
he dejado jugando con el viento.
Pero tú, un huracán entre mañanas.
Tú siempre luz intensa deslumbrando.
A la gente tu nombre le gritabas
como en cada tormenta grita el rayo.
El alma quieres que yo te regale
pero, ¿y yo, qué haré sin sentimientos…?
Seré como las playas sin sus mares.
Seré una boca huérfana de besos.
Ya sabes que un día fui todo tuyo,
que en tu tren mi vagón quedó enganchado,
pero aquel viaje no encontró destino
y en vía muerta se quedó parado.
No vistes al reloj marcando el tiempo,
como marcan el paso los soldados.
Cómo implacable dejó al descubierto
a esos minutos que se iban ahogando.
Por eso no me quedan corazones,
en batalla murieron por Amor.
Enterrados entre desilusiones,
sin cruz que indique el punto de dolor.
Te hubiera dado, Amor, todas mis vidas.
Te hubiera dado el sol, a mi pesar.
Pero aunque el agua fuera tibia y fina,
ahogada termino mi voluntad.
No puedo darte ni un solo suspiro
de un corazón que empieza a palpitar…
¡¡¡Muy linda la poesía !!!
Abrazos Juan Ignacio!!!
Gracias, Rosita, por pasar por aquí y dejar tu huella. Es muy gratificante para mí.
Un abrazo
Belleza total…
Muchas gracias, Melba. Celebro que te guste.
Abrazos
🙂
«No me pidas el sol cuando es de noche…» A veces no nos conformamos con el regalo de un atardecer, siendo tan bonito nos parece poco. Egoísmo de amores.
La cosa es no estar conformes nunca, ya sabes…