Era un cristal de ventana.
Yo te veía en la acera.
Era un cristal que marcaba
entre tú y yo una frontera.
Eran apenas tres metros
los que nos separaban.
Tres metros, y una madera,
con un cristal que mediaba.
Yo en un país a cubierto,
con techo y cuatro paredes.
Tú eras jardín, con su huerto,
rodeándote mil flores.
Soñaba con pasear
rozando tu hierba verde.
Oliendo a flor de azahar
mientras besaba tu frente.
Pero siempre ese cristal
entre los dos separando.
Siempre intentando guardar
la distancia en nuestras manos.
No es necesario otro idioma
para que existan fronteras,
hay veces que es un cristal,
hay veces que es una idea.
Pero no hay que desistir,
tan solo buscar la puerta.
Abrirla y ya estás allí,
has pasado la frontera.
Pero ni puerta ni llave,
que aún seguimos separados.
Tú, como un río en el valle.
Yo, en la montaña, en un lago.
Y entre los dos, la ventana
cerrada, que corta el paso.
Frontera por la mañana
y hasta llegar el ocaso.
Por eso me tienen preso,
por la pedrada que he dado,
Por romper con el cristal
que nos tenía aislados.
¡Por saltarme la frontera!
¡Por correr hacia tus brazos!
¡Por hacer allí el Amor,
debajo de aquel naranjo…!
…Aún recuerdo aquel cristal
desde el que vi paseando
a la rosa más hermosa
que en un jardín se ha creado.
Aún recuerdo la distancia
que había entre tú y yo,
a pesar de los tres metros
que apenas nos separaron…