Quedamos en la parada.
Yo cogí aquel autobús
pintado en blanco y azul,
de mi casa a dos manzanas.
Aún recuerdo aquel olor
que en su interior agobiaba
y mi pulmón respiraba,
mezcla de aceite y gasoil.
Era sábado temprano.
Quisimos aprovechar
el tiempo que, hoy de verdad,
compartiremos amando.
Apenas había gente
viajando por la mañana.
No te vi aquella semana
en que tu beso fue ausente.
Ya estamos casi llegando
pero no adivino a verte
en la parada de enfrente,
donde venimos quedando…
¡Seguro que llegué antes….!
Pido parada y me bajo.
En nuestro banco sentado
espero a que pronto llegues.
¡…Y pasan tantos minutos
que parece que envejezco!
Serán las ansias que tengo
para volver a estar juntos.
A tu casa al final llamo
desde la vieja cabina.
“¿sabes qué? pues adivina…
¡Hoy no podremos besarnos!”
¡Su madre quiere que vaya
con ella todo este día
haciéndole compañía!
¡Y a mí, que un rayo me parta…!
…De nuevo el gasoil yo huelo.
¡Y vibra la ventanilla
y el corazón de rodillas
rezando por ese suelo!
De blanco y azul pintado,
nubes y cielo en asfalto.
Con mi pena por lo alto
me voy de vuelta a mi barrio.
Y como dijo aquel sabio:
¡Cuánto nos cuesta querer
cuando el destino es tan agrio…!