Por escribir que no quede…
La tarde sobre el vestido
que te cubría en lunares.
La tarde que amaneció
tu sentimiento profundo.
Y me besaste en la idea
que, al abrazarte de nuevo,
solo sentía tu piel
rozando sobre mi mundo…
Pues por sentir que no quede…
La nube gris de tormenta
atravesando mi muro.
Y detrás de la pared,
el sol radiante del tuyo.
Y te soñé como sueño
cómo me empapa ese musgo,
cómo me cala el recuerdo
de tu limón agrio y duro.
Por abrazar que no quede…
A la luz, a la esperanza,
a las tardes de domingo.
A las cómplices miradas
que me regala el sigilo.
¡Abrazarme a tu cintura
era volver a ser niño!
¡Era sentirme otra vez
volando sobre tu nido!
Y a cada paso que daba
la noche que coincidimos,
más se alejaba la decisión,
la sensación que me oprime
por dentro del corazón,
de estar otra vez contigo…
Pues por llorar que no quede…
Que hay veces que el agua lava,
aunque la sal nos amargue,
y limpia toda la pena,
y sana al tiempo la herida.
¡La tarde, el beso, tu piel…!
La nube gris allí arriba.
¡El muro, el sueño, y sentir…!
Cómo tus ojos me miran.
Pues que no quede, ¿o que sí…?
Que si queda recordamos,
y al recordar, nuestra piel,
recobra un poco la vida…