Que no quede…

Por escribir que no quede…
La tarde sobre el vestido
que te cubría en lunares.
La tarde que amaneció
tu sentimiento profundo.

Y me besaste en la idea
que, al abrazarte de nuevo,
solo sentía tu piel
rozando sobre mi mundo…

Pues por sentir que no quede…
La nube gris de tormenta
atravesando mi muro.
Y detrás de la pared,
el sol radiante del tuyo.

Y te soñé como sueño
cómo me empapa ese musgo,
cómo me cala el recuerdo
de tu limón agrio y duro.

Por abrazar que no quede…
A la luz, a la esperanza,
a las tardes de domingo.
A las cómplices miradas
que me regala el sigilo.

¡Abrazarme a tu cintura
era volver a ser niño!
¡Era sentirme otra vez
volando sobre tu nido!

Y a cada paso que daba
la noche que coincidimos,
más se alejaba la decisión,
la sensación que me oprime
por dentro del corazón,
de estar otra vez contigo…

Pues por llorar que no quede…
Que hay veces que el agua lava,
aunque la sal nos amargue,
y limpia toda la pena,
y sana al tiempo la herida.

¡La tarde, el beso, tu piel…!
La nube gris allí arriba.
¡El muro, el sueño, y sentir…!
Cómo tus ojos me miran.

Pues que no quede, ¿o que sí…?
Que si queda recordamos,
y al recordar, nuestra piel,
recobra un poco la vida…

©2019  J.I. Salmerón

La leyenda

Diría que por la sombra
tan pronunciada que había,
el sol rondaba en lo alto,
sería ya medio día.

La calle pleno desierto
de piernas y algarabías.
Silencios entre los muros,
ni un alma allí se veía.

El empedrado en la sombra
y otro en el sol, más arriba.
El verde, saltando el muro,
sobre la tapia se empina.

Y yo solo en mi paseo
escuchando la agonía
de estos muros, que aún de piedra,
tienen contados sus días.

La travesaña me atrapa
cuando paseo Sigüenza.
En sus portales se escuchan
voces de reyes y reinas.

Porque cada morador
que en sus entrañas viviera,
era ya rey de su casa,
y su mujer era reina.

Aunque si has de pasear
por conocer la leyenda,
hazlo cayendo la noche,
al rojizo de sus velas.

Cada farol que te encuentres
su cristal parece cera.
Y su rojiza bombilla,
como rojiza candela.

Pues dicen que la leyenda
consiste en pisar la piedra
que te enamora al instante
de esta mi bella Sigüenza.

Y a partir de aquel momento
dará igual ya donde estés,
que el Amor por mi ciudad
llevarás bajo tu piel.

¡Si yo contara los pasos
que he dado por estas piedras,
no se podrían llevar
en ningún libro de cuentas…!

Y doy fe que yo he pisado
esa piedra que enamora.
Y seguro varias veces,
por lo que mi alma la adora.

Y si de mí tienes dudas
y piensas que lo exagero,
date una vuelta conmigo
por estas calles de ensueño.

Y luego ya me lo cuentas
tranquilamente y charlamos,
verás como si la pisas
terminas tú enamorado.

…Diría que por el tono
rojizo de las paredes,
se me ha hecho otra vez de noche
en las calles de Sigüenza
hablando de mis quereres…

© 2018  J.I. Salmerón