©2018 J.I. Salmerón
Apenas dieron las doce.
La nube gris, el cielo nubló.
Campana sobre campana.
Y al sur de aquí, su viento sopló.
Con su viento, su alma.
Tanto volar, cansó el corazón.
Despacio, todo con calma.
El tiempo, al fin, corrió a su favor.
Y desde arriba divisa
al sol encima de ella.
Su panza, gris de ceniza.
Cual Oso está en su caverna.
Abajo, verde pradera,
espera verla llorar.
Y a ella le entra flojera,
y empieza fuerte a mojar.
Descansa sobre el silencio.
El aire va, arrastrando sus besos.
Ya flota sobre sus sueños.
La nube gris, va abrazando los cielos.
Su paso, a veces sereno.
Contando va, cada grano de tiempo.
A veces, rayo y su trueno.
Y en un soplar, solo ves su recuerdo.
Rasgando en esa veleta
su cuerpo, que es primavera.
El agua llena la vida.
Y el río espera que llueva.
Apenas dieron las doce.
La nube gris, va mojando en su pena…
Ella quiso ser tan verde
como la verde pradera,
que inunda con su color
cada año por primavera.
Tan verde como los ojos
verdes intensos de Ana,
que te envuelven cuando miran
y te traspasan si hablan.
Quiso ser la hoja verde
de clorofila cargada.
La más verde de su patio,
por las demás envidiada.
Tan verde como la colcha
verde que tiene tu cama,
la que quito por las noches
mientras tu cuerpo me llama.
Ella quiso ser tan verde
como la verde manzana,
que nace siendo ya verde
y verde el hombre la arranca.
Tan verde como el Amor
que verde crece en el alma,
con esa paz interior
verde como la esperanza.
Siempre presumió de verde
y se erigió en capitana
de cualquier otro color
que junto al verde se hallara.
No tuvo en cuenta que el verde,
ese verde que la empapa,
no es un color en sí mismo,
es color de secundaria.
Tiene su padre y su madre,
el verde que la delata,
pues amarillo y azul
son patriarcas de su raza.
…Ahora se ve más floja
de verdes por la mañana.
Ya no presume ser verde
tan puro como la escarcha.
Ahora ya sabe que todos
necesitamos la gracia
del que tenemos enfrente,
aunque se llame naranja.
No importa si somos verdes,
rojos, negros o granates,
lo importante es que el color
que guardas en tu interior,
brille como obra de arte…
Hoy, vuelta el frío al arroyo.
La blanca escarcha, temprana.
Tan blanca como el sombrero
que cubre el pelo de canas.
Hoy, vuelta a lágrima helada.
La niebla viste mi alma.
Apenas hoy me calienta
el sol que roza mi cara.
¡Ya vuelve el frío y se congela el alma!
Tirita el cielo en el alba…
Abriga tu corazón,
viste tus besos de suave esperanza.
Hoy, sopla el viento en barbecho.
Los campos lloran de rabia.
Los nidos cuelgan vacíos,
la sombra, pálida, ataca.
Hoy, sale pronto la noche.
El día apenas avanza.
La oscuridad viste luto
al penar que hay en el alma.
¡Sigue el invierno levantando armas!
No hay tregua que a él le valga…
Y el corazón va desnudo,
sintiendo lejos aún la esperanza.
Hoy, vuelta el frío al camino.
La primavera se atrasa…
Puede que sea esta tarde
la última que me veas.
Puede que el viento me arrastre
con las demás a la acera.
¡Que su zarpa me desgarre…!
¡Que sangren todas mis venas…!
Y mi descanso, el final
de otro otoño donde muera.
Uno, por más que lo piensa
cuando nace en primavera,
no es capaz de asimilar
que en el otoño envejezca.
Con lo verde y vigorosa
que nazco de aquellos nudos.
Tan llena de clorofila,
fotosíntesis produzco.
Y luego todo marrón,
sin sangre que me contenga.
Tan seca como un desierto
lleno de polvo y arena.
Me llaman la hoja coja
por andar en una pierna.
Dos manos de brazos cortos,
y un rabillo por cabeza.
Las venas que hoy ves marchitas
eran tan verdes y esbeltas,
que era la envidia del parque
al moverse mi melena.
Hoy quebradiza y enferma,
esperando a que mi invierno
arranque ya de una vez
mi alma del tronco viejo.
La vida tiene final,
lo sabemos si nacemos.
Puede que sea en otoño,
que no pase de un invierno.
Por eso puede que hoy
me despida con un beso,
cuando la brisa me tire
y te roce con mi cuerpo…
Pues sí, soy una nube…
Sobre la atmósfera vivo
y corro el cielo y me canso,
y a veces paro y te miro
cómo floreces de pronto,
y a veces lloro despacio…
Y soy mullida y blandita
como una oveja de campo.
Y blanca, casi invisible,
cuando feliz me levanto.
Y oscura y llena de rabia
si de repente me enfado.
Y claro, como soy nube
siempre voy de lado a lado,
siempre con prisa, viajando,
siempre a lomos de ese viento
que va arrastrando mis pasos
sin darme apenas descanso…
A mí me gustan las tardes
de los tranquilos veranos.
Pasar despacio y posarme
sobre la rama de un árbol
y a eso de las ocho y media
frotarme en el campanario.
Los inviernos no me gustan,
hace frío y hay relámpagos,
y esas tormentas tan negras
que a pesar de que soy nube
y las conozco de cerca,
no me acostumbro a su paso.
Los otoños me apasionan.
Esos rayos placenteros
del sol tocando cuneta
dejando pintado el cielo
de naranjas y violetas,
de rojizos y azulados.
Y qué decir que embellezca
más que una primavera.
Todo el campo es una flor
y mis besos agua en tierra
que germinan con Amor
la magia que la rodea.
Pues sí, yo soy esa nube
a la que nadie echa en cuenta
hasta que llega ese sol
turbando vuestras cabezas.
Yo soy esa nube blanca
que da la sombra perfecta…
Hoy da comienzo tu invierno
y su dolor se apodera
de toda tu vida entera,
de todo tu sentimiento.
Hoy es tu noche más fría,
tu corazón se congela,
tu pena busca candela
entre tinieblas sin guía.
Tendrás que luchar, ser fuerte.
Tu valentía el escudo
donde se rompe, seguro,
la adversidad de tu suerte.
¡Resiste, mi fiel guerrero!
¡Pelea como tú sabes!
¡Pincha el dolor con tu sable,
córtale el frío al invierno…!
Aguanta solo tres meses
a que llegue primavera,
merece siempre la espera
ver que la vida florece.
Templa en tu cuerpo ese frío.
El sol tu cara calienta
y esa intensa luz alienta
la esperanza que has perdido.
Media batalla ganada
por tener gran corazón,
por tu coraje y tesón,
por vestirte de esperanza.
No bajes los brazos ¡lucha!
Tu tiempo ya ha mejorado
¿No notas como ha cambiado
y el estío ya se escucha?
Hasta que llegue el verano
mis abrazos yo te dejo
y en tu cuerpo, beso a beso,
mi Amor te irá calentando.
No tengas miedo y batalla,
me tendrás como escudero.
Siempre a tu lado dispuesto
a echar contigo ese resto
hasta ganarle al invierno…
Yo quiero en el invierno oler a leña
y en primavera ver en los tejados
los nidos de esos pájaros alados
de bellas golondrinas tan viajeras.
Yo quiero más caminos y laderas
aunque vengan llenos de tierra o barro,
que el gris oscuro y negro del asfalto
que cubre con su asfixia carreteras.
Quisiera que este viento me llevara
sobre las copas de las alamedas
rozando suavemente con las yemas
de mis dedos el verde de su savia.
Yo quiero ver la flor, la margarita,
quiero que se desnude entre mis manos
con esa incertidumbre al indicarnos
si sí o si no al Amor por pitonisa.
Yo quiero ver el sol sobre los cielos
y como va su luz abriendo paso
entre la nube densa del ocaso
que no distingo bien si es aire o suelo.
Quisiera ser un beso, un beso enorme
que de besos regara el mundo entero.
Quisiera al abrazar robar tu aliento
y que mi abrazo sea tu uniforme.
Yo quiero que tú quieras el querernos
¿Querrás quererme siempre que te quiera…?
Si quieres que te quiera en primavera
no dejes de quererme tú en invierno.
Yo quiero, ya ves tú, tan solo quiero,
que entre esta realidad que nos agobia
las campanas por fin toquen a Gloria
y que a veces se cumplan nuestros sueños…
Sí, ya sé…
Que yo ya canso.
Ya sé…
Que soy como los inviernos
que parece duren años,
que cansan sus cortos días
y que su frío,
al tiritar de las almas,
las congela y hace daño.
Ya sé…
Que solo la primavera
y el calor de un buen abrazo,
a tus besos,
gélidos y alejados,
los sacan de su letargo.
Ya sé…
Que este frío, en la emoción,
no deja que nos juntemos
hasta que vuelva el calor,
ese que porta pasión,
a abrazarse en nuestros cuerpos.
Pero si quieres caliento,
y me volveré verano,
y alargaré así tus días
con soles y con abrazos.
Que volarán las caricias
que tú andas necesitando.
¡Que yo seré tu descanso…!
Sí, ya sé…
Que de tanto repetirlo,
de tantos besos que doy,
de tanto que yo te abrazo,
yo, ya canso…
Ya no me acordaba
de ese sol sobre mi cuerpo.
No sabía distinguir
si era tarde o era noche
en este lánguido invierno.
Todos los pasos que di,
todos los árboles secos.
Todo oscuro, a descubrir.
Todo luces de farola
a lo largo del sendero…
El cuerpo se quedó preso,
dormitando entre el abrigo
y las ascuas del brasero.
La mirada siempre ausente
en brazos de algún recuerdo.
Ya no me acordaba
del andar sobre tu pelo.
Si tu blusa, sus botones,
me miraban con deseo
al posar mi mano en ellos.
No podía recordar
si eran muy altos tus besos
y tenía que empinarme
para tus labios rozarte
y llenarnos de deseo.
Y es que es tan largo el invierno
que por eso no me acuerdo
si quedamos para vernos
o fuera un guiño de estrella
la que me llamó de lejos.
Si tu falda, a la carrera,
levanta largo vuelo.
Si tu mano la tomaba
alternada entre mis dedos
o era otro efímero sueño…
Por eso esta primavera
se hace titán mi recuerdo,
y vuelve la luz del día,
y vuelvo a sentir tus manos,
y llego de pie a tus besos.
Y recuerdo que quedamos
en que debíamos vernos.
Porque tu blusa y mis ojos,
sus botones y mi alma,
se añoraban con deseo.