Los recuerdos acompañan nuestros pasos.
Imposible es olvidarlos.
Los recuerdos calan hondo.
Son parte de nuestro ayer,
y del alma su legado…
…Hoy hace tres años que mi madre, Susana, se marchó de esta tierra a lo más alto. Hoy hace el mismo frío en mi alma que el día que la enterramos. Por eso el recuerdo, siempre, junto a mi sombra va andando.
Hoy quería recordarla de una manera especial, porque el recuerdo de ella, para mí, es un diario. Hoy quería que leyerais lo que le escribí a los pocos días de habernos dejado, para que ella, si es que puede, se de cuenta que aún la amo…
¡Qué dura suena la tierra
golpear contra la tapa!
¡Qué dura que era la tarde,
a pesar de soleada!
¡Qué duro que es enfrentarse
con la verdad, cara a cara!
¡Qué duro fue despedirme
de mi querida Susana!
¡Qué dura que es esta vida!
¡Qué duras son sus mañanas!
que aún amaneciendo virgen
de «noches» vienen manchadas.
¡Qué rugosa que es la tarde!
Como lija, a dentelladas,
te va limando los días
hacia una noche cerrada…
¡…Y no hay descanso posible!,
¡y no hay paz ni en la mirada!,
¡y no hay norte, ni horizonte!,
¡y solo hay cruz, nunca cara!
¡Que lo sentían mis huesos!
¡Que lo sentía mi alma!
¡Que lo sentía mi voz
que apenas un hilo daba…!
…Ya sé que debo penar
y así mi hombría forjarla,
pero es más grande el sufrir
que derrite mi coraza…
…Qué dura fue aquella noche
sin estrellas, tan ahogada,
sin la luz de tu presencia,
sin sentir tu Amor, Susana.