El otro día recordaba tu olor
en otra mujer que a mi lado pasaba.
Aquella fragancia que hacía soñar
a mi juventud cuando nada importaba.
Sería, sin duda, tu forma de ser.
Sería tu piel color de verano.
Serían las ansias de mi corazón
oyendo tu voz desde lejos llamando.
El caso es que pude mirarte otra vez,
cerrando los ojos y oliendo despacio.
Incluso mis dedos tocaban tu piel,
aunque bien sabía que estaba soñando.
Recuerdo lo torpe que era mi Amor.
Nunca me atreví a decirte “te amo…”
Recuerdo lo triste que al anochecer
volvía a mi casa por no haberte hablado.
¡Me daba vergüenza mírate a los ojos!
¡Me daba vergüenza cogerte la mano!
¡Me daba vergüenza decirte “te quiero…”!
Yo, que me moría por besar tus labios…
Y fue la vergüenza, con tanta modestia,
la que poco a poco nos fuera alejando.
La que te impidió que tendieras tus manos.
La que me impidió ver tus ojos mirando.
Ha llenado el tiempo de meses y años
toda esta distancia que está entre nosotros.
Aunque tu perfume no lo haya olvidado.
Aunque esa fragancia me siga extasiando.
Por eso en la calle, con cada mujer
con la que me cruzo cuando voy andando,
cerrando los ojos aspiro profundo
por si su perfume me trae el recuerdo
de tu compañía cuando nos amamos…