No sé si el destino existe

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No sé si el destino existe.
Si nos rigen las estrellas.
Si los caminos que andamos
son ya caminos de vuelta.

No sé si antaño, juglares,
hablaban de nuestra gesta.
O si las cartas astrales
juntan tu cielo y mi tierra.

Tan solo quiero seguir
viviendo esta misma historia,
que tus pasos marquen rumbo
y yo, de ellos, sea sombra.

Que tu río sea libre
y atraviese monte y prado
porque yo sé que en mi mar
sus aguas serán abrazo.

Un día mi respirar
de tu Amor fue contagiado
y hoy no sabría vivir
sin el aire de tus labios.

Sin la verdad de tus ojos
cuando de Amor van mirando.
Sin el seguro viajar
cuando me aprietan tus manos.

Es la vereda del tiempo
la que ya unió nuestro sino
juntando tardes y noches
a tantos años vividos.

Como un universo propio
nuestro Amor sigue girando,
y año tras año añadimos
otra estrella que alumbrarnos.

Yo no sé si fue el destino
Pero esto hay que celebrarlo…

© 2015  J.I. Salmerón

¡Qué dura suena la tierra…!

Imagen 106

 

Los recuerdos acompañan nuestros pasos.
Imposible es olvidarlos.
Los recuerdos calan hondo.
Son parte de nuestro ayer,
y del alma su legado…

…Hoy hace tres años que mi madre, Susana, se marchó de esta tierra a lo más alto. Hoy hace el mismo frío en mi alma que el día que la enterramos. Por eso el recuerdo, siempre, junto a mi sombra va andando.
Hoy quería recordarla de una manera especial, porque el recuerdo de ella, para mí, es un diario. Hoy quería que leyerais lo que le escribí a los pocos días de habernos dejado, para que ella, si es que puede, se de cuenta que aún la amo…

 

¡Qué dura suena la tierra
golpear contra la tapa!
¡Qué dura que era la tarde,
a pesar de soleada!

¡Qué duro que es enfrentarse
con la verdad, cara a cara!
¡Qué duro fue despedirme
de mi querida Susana!

¡Qué dura que es esta vida!
¡Qué duras son sus mañanas!
que aún amaneciendo virgen
de «noches» vienen manchadas.

¡Qué rugosa que es la tarde!
Como lija, a dentelladas,
te va limando los días
hacia una noche cerrada…

¡…Y no hay descanso posible!,
¡y no hay paz ni en la mirada!,
¡y no hay norte, ni horizonte!,
¡y solo hay cruz, nunca cara!

¡Que lo sentían mis huesos!
¡Que lo sentía mi alma!
¡Que lo sentía mi voz
que apenas un hilo daba…!

…Ya sé que debo penar
y así mi hombría forjarla,
pero es más grande el sufrir
que derrite mi coraza…

…Qué dura fue aquella noche
sin estrellas, tan ahogada,
sin la luz de tu presencia,
sin sentir tu Amor, Susana.

 © 2015  J. I. Salmerón