La frontera

Era un cristal de ventana.
Yo te veía en la acera.
Era un cristal que marcaba
entre tú y yo una frontera.

Eran apenas tres metros
los que nos separaban.
Tres metros, y una madera,
con un cristal que mediaba.

Yo en un país a cubierto,
con techo y cuatro paredes.
Tú eras jardín, con su huerto,
rodeándote mil flores.

Soñaba con pasear
rozando tu hierba verde.
Oliendo a flor de azahar
mientras besaba tu frente.

Pero siempre ese cristal
entre los dos separando.
Siempre intentando guardar
la distancia en nuestras manos.

No es necesario otro idioma
para que existan fronteras,
hay veces que es un cristal,
hay veces que es una idea.

Pero no hay que desistir,
tan solo buscar la puerta.
Abrirla y ya estás allí,
has pasado la frontera.

Pero ni puerta ni llave,
que aún seguimos separados.
Tú, como un río en el valle.
Yo, en la montaña, en un lago.

Y entre los dos, la ventana
cerrada, que corta el paso.
Frontera por la mañana
y hasta llegar el ocaso.

Por eso me tienen preso,
por la pedrada que he dado,
Por romper con el cristal
que nos tenía aislados.

¡Por saltarme la frontera!
¡Por correr hacia tus brazos!
¡Por hacer allí el Amor,
debajo de aquel naranjo…!

…Aún recuerdo aquel cristal
desde el que vi paseando
a la rosa más hermosa
que en un jardín se ha creado.

Aún recuerdo la distancia
que había entre tú y yo,
a pesar de los tres metros
que apenas nos separaron…

© 2018  J.I. Salmerón

Tu pecho derecho, luna

Juan I. Salmerón

Tu pecho derecho, luna.
El izquierdo blanco monte.
El valle que en medio cruza,
un jardín para mi noche.

Cuerdas de arpa son tus dedos,
música tus manos tienen
cuando acarician en mi alma
al rozarme sus canciones.

Y tus brazos son las ramas
donde mis sueños se enredan
haciendo de mi sentir
noches de amor placenteras.

Tus piernas, suaves cadenas,
de mi Amor son carceleras
apresando voluntades
hasta cumplir mi condena.

Pero si puedo elegir,
yo me quedo con tu río
donde mi boca se baña
cuando a tu beso me tiro.

Donde tus labios son barca
que impiden mi zozobrar
siendo tu boca la isla
de este Robinson de mar.

A mí me gusta trepar
desde el ombligo a tus labios
haciendo escala en tu cuello
donde mis besos regalo.

Atravesando tu espalda
cual beduino el desierto
muriéndome de la sed
por no llegar a tus besos.

Así pasamos las horas,
desde la cama mirando
cómo de estrellas fugaces
el cielo se va llenando.

…Volviendo a mi despertar
me ha abandonado mi sueño
donde jugaba en tus brazos
la realidad de tu cuerpo…

tu pecho derecho, luna.
Y tu mirar, mi sendero…

© 2015  J.I. Salmerón