Sigüenza Santa 2016-2/3-Santo Entierro

Segunda parte de la Semana Santa Seguntina de 2016

Cada jueves

 

Cada jueves yo te escribo
para ver cómo te encuentras
y mis letras te recuerdan
hablando siempre de ti.

Mis abrazos y mis besos,
ahora huérfanos de tiempo,
aunque te sientan tan lejos
te recuerdan junto a mí.

Cada jueves yo te pienso,
aunque es poco, yo lo entiendo,
pero ya ves que esta vida
no contó con nuestro Amor.

Ni siquiera tuvo en cuenta
entre nosotros la ausencia
regalándonos distancia
y aumentando así el dolor.

Cada jueves me pregunto
si este mar ancho y profundo
dejará sin tierra el mundo
y en sus aguas me hundiré.

O lograré encontrar la isla
donde atraque mi sonrisa,
donde se cumplan los sueños
que tanta noche imagine.

Otro jueves que termina
y en mi cama se adivina
esa ausencia que tu cuerpo
deja en cada amanecer.

Esa eterna pesadilla,
esa soledad continua,
que hacen que la luz del día
siempre sea anochecer.

Hoy es jueves y te escribo,
como cada jueves digo
que mañana pondré fin
a este absurdo recordar.

Pero me falta el valor,
la constancia y el tesón.
Siempre se puede esperar
a otro jueves, qué más da.

Cada jueves yo te escribo,
y hoy no te iba yo a fallar…

© 2017  J.I. Salmerón

Sigüenza Santa 2016-1/3-Viernes Santo

En poco más de diez días entramos en el periodo de la Semana Santa, y por si no tenéis dónde ir a disfrutar de ella, me permito recomendaros una visita a Sigüenza (Guadalajara). Allí podréis encontraros con vuestro «yo» interior paseando por sus empedradas calles, o por su verde pinar. Y si sois más de mirar hacia el exterior, mejor que mejor; allí os esperan limonadas y torrijas, y cabrito, miel, o setas, Catedral con altas torres, o el Castillo fortaleza… Y si tenéis un poco de suerte, me podréis encontrar a mí paseando en su Alameda.

En cualquier caso, y para que os hagáis una idea, os enseño en estas fotos, y en otras que pondré más adelante, lo que es la Semana Santa (del año 2016) en la Ciudad de Sigüenza.

¡Bienvenidos a sus calles, a sus gentes, y a sus fiestas…!

Te escondes del Amor

 

 

Te tapas pero te veo.
Siempre te escondes al paso,
de mis ojos no haces caso
cuando en las tardes paseo.

Siempre con esas vergüenzas
cuando me estoy acercando
y llamo con voz en alto
a ver si tú me contestas.

Eres como esas estatuas
de los museos de cera,
mirando lo que rodea
pero que no tienen habla.

Detrás del árbol redondo,
ese grande de la plaza,
escondes toda tu gracia
cuando te busco de pronto.

En el portal de tu casa
veo en la sombra tus ojos
como brillan, los conozco,
y tu mirar los delatan.

Me dices que es timidez
cuando me ves por la acera
acercándome a tu vera
para darte mi querer.

Y el corazón se acelera
por tu total candidez
y no saber lo que hacer
con este Amor que te acecha.

No hay huida del Amor.
No hay sitio donde esconderse
cuando sus flechas te hieren
y tocan tu corazón.

Te tapas pero te veo.
No escaparás de mis redes
aunque te escondas si quieres,
soy el Amor y te encuentro.

© 2017  J.I. Salmerón

En la arena

 

…Aún recuerdo su cuerpo tumbado sobre la arena.
Cómo sus curvas cerradas le hacían
a cada ola la competencia.

Recuerdo cómo brillaba queriendo apagar el sol.
Cómo marcaba su piel morena,
de otras iguales, la diferencia.

Yo paseaba buscando un velero en el horizonte,
la mirada perdida y ausente,
y mis pies caminando sin norte.

En la orilla mojada dejando mis huellas profundas,
donde van a parar mis deseos
como si se escavaran su tumba.

De repente la vi, como naufrago avista su isla.
Con la misma emoción que supone
descubrir que en la luna haya vida.

Y no pude apartar de mis ojos sus ojos de mar.
Y ese brillo de joven sirena,
y ese cuerpo flotando en la arena.

Se detuvo un momento ante ella mi paso perdido.
No había ruido de mar que meciera,
como hacía un momento, mi pena.

¡Mírala…! Espera a que llegue a su piel mi deseo.
¡Que mis labios pronuncien su nombre…!
¡Que mis dedos recorran su cuerpo…!

Y así, mi corazón cabalgaba loco su paso,
como loca mi vida se altera,
como mi respirar no se frena.

Al final, descubrí como siempre que era otro sueño.
Que no había más cuerpo en la playa
que el que yo imaginé con mis versos.

Y de nuevo mis pasos en la arena a esconderse.
A buscar nuevamente el velero
que mantenga flotando mi sueño.

…Aún recuerdo su cuerpo tumbado en la arena,
y el dolor que sentí por perderla…

© 2017  J.I. Salmerón

Eran las tres

 

Eran seguro las tres,
las tres de la madrugada.
Las tres mirando de frente
con la barbilla bien alta.

Tres brazos tocando cielo.
Tres manos de grandes palmas
queriendo coger estrellas
para entregar al que pasa.

Si el árbol que las custodia
hiciera que de sus ramas
la madera fuera asiento,
ellas serían sus patas.

Siempre esperando las tres,
las tres de la madrugada,
a jugar las cuatro esquinas
si quieres acompañarlas.

No doblan sus convicciones
los vientos que por las noches
empujan en la placita
a estos tres bravos cañones.

Siempre firmes, en alerta.
Refleja su piedra bronce
las marcas de las batallas
que produjeron los hombres.

Estas tres cabezas grises
que ya van peinando canas
no temen que pasen años,
temen si son ignoradas.

Por eso todas las noches
a las tres de la mañana,
a las tres de cruz tan alta
puedes oír cuando pasas.

Hablan de pájaros libres,
de hombres que van sin rumbo
y a sus pies paran y lloran
rezando por sus difuntos.

Hablan de la soledad,
aunque están acompañadas,
de las tres cuando es de noche
y nadie para a escucharlas.

Si pasas sin hacer ruido
puedes oír que te llaman.
Si pasas verás las tres.

Las tres cruces que presiden
la placita de Sigüenza
a las tres de la mañana…

© 2017  J.I. Salmerón

Me da que tú…

 

Me da que tú siempre has sido
un poco de poesía.
De pasear descalza sobre la luna,
de pintar en los charcos una sonrisa.

Siempre de ti yo he pensado,
al ver cómo te movías,
que eras la nube blanca que hay en el cielo,
que eras el aire fresco de la colina.

¡Si yo fuera el ladrón en la noche
que te roba durmiendo los sueños…!
¡Si hoy yo soy el culpable en tu vida
que ha dejado a tu boca sin besos…!

Tú, la que siempre esperaba
junto a mi casa por vernos.
Eras la verde espiga de primavera
donde por los veranos dabas centeno.

Tu voz me llama de lejos.
Tan solo voy, obedezco.
¡Y tu cuerpo, el tallo que dobla el viento…!
¡Y tus manos, hojas donde estremezco…!

Siempre mi casa fueron tus ojos,
el bosque perfecto donde me pierdo.
Siempre sendero fueron tus pasos,
el agua de lluvia si voy sediento.

Me da que tú siempre has sido
una amante de mis versos.
De pasear desnuda sobre mis letras,
de pintar de esperanza todos mis besos.

Siempre de ti yo he pensado
que eras Amor en mi sueño.
Tú siempre callada observando a mi lado
mis letras diciendo cuánto te quiero…

© 2017  J.I. Salmerón

Puede…

 

Puede que ya sea lunes,
que sean las ocho y media.
Que el aire sea helador
por no decirte, mi Amor,
cómo me pesa esta pena.

Puede que sea un cobarde
por no llamarte de nuevo.
Puede que sea esta tarde
que muere pegada al valle
la que apagó tu recuerdo.

La cuestión es que hoy me duele
echarte tanto de menos.
El problema es la distancia
que rompe cualquier constancia
en cobarde desaliento.

¡Si no fuera por el río
que separó nuestros montes…!
¡Si no fuera por la estrella
que yace apagada fuera
llorando por nuestras noches…!

Puede que sea esta vida
tan alejada de cuentos.
O tal vez fuera la envidia
que la luna te tenía
cuando te ataban mis besos.

El motivo qué más da…
El porqué ya es lo de menos
Si al final sigue este llanto
lloviendo desde tan alto
y empapándome por dentro.

Puede que los días sigan
y se termine este inverno.
Puede que un rayo de sol
anide en mi corazón
calentando el sentimiento.

Que tu recuerdo me llame
por la noche mientras duermo,
y que nos dejen vivir
de nuevo en noches de abril
sin que nos rompan los sueños…

Puede que sea el Amor
que dejaste en mi recuerdo
el que hoy me duele tan dentro…

© 2017  J.I. Salmerón

La casa

 

Seguramente llovía
aquella tarde
que mis pies se calentaban
debajo de las faldas
de la mesa camilla,
donde lucía el brasero.

Seguramente era otoño.
O puede que por la escasa
luz que entraba mortecina
por la pequeña ventana,
donde jugando te veo,
fuera ya invierno.

Recuerdo cómo corrías…
Recuerdo suelto tu pelo…
Parece como si viera
desde el salón de la casa
donde me calentaba,
cómo bajabas por la pradera.

Yo te llamaba con la mirada,
tú parecía, con solo verme,
sin emitir una sola palabra,
que hasta me oyeras.
Y es que con solo mirarnos
no hacía falta que te dijera.

Entrabas de pronto a casa,
con esa risa loca
que te cubría completa
la cara entera,
que contagiaba mi risa
que hace un momento era una mueca.

Y me abrazabas…
Y yo sentía como latía
tu corazón estando tan cerca…
Y me besabas…
Y aquel calor que me recorría
era de un sol en la primavera…

…Ahora la casa no tiene techo.
La hierba verde se ha vuelto seca.
Ya no hay cristal donde verte
cómo corriendo bajas la cuesta.
Ya no hay brasero, mesa camilla,
ya no te veo cruzar la puerta.

Todo parece vacío…
Como mi alma
sin tus abrazos.
Todo parece tan frío…
Como mi cuerpo
antes de besarnos.

Y no recuerdo tu risa
cómo llenaba mi vida entera.
Y no recuerdo tu cara
que hoy mi recuerdo ya no recuerda.
Hoy solo quedan escombros,
tan solo ruinas y grietas.

© 2017  J.I. Salmerón

La siesta

 

Las sábanas de colores,
entre amarillas y verdes.
La estructura de madera.
Y la almohada en cabecera,
el tronco que lo sostiene…

Era mi cama de ensueño
el árbol de la pradera.
Siempre abrazando ese cielo
que de azules hace techo
encima de mi cabeza.

La mejor de las orquestas
va adormeciendo mi mente,
el canto de los jilgueros,
de mirlos y petirrojos,
y el ruiseñor si anochece.

Cerca, sobre la mesilla
que era la verde explanada,
el despertador alerta
por si se alarga la siesta:
¡El río con su cascada…!

La tarde se vuelve fresca.
La sombra empapa mi alma.
El sol se cuela de pronto
dejando apenas rescoldo
detrás de esas dos montañas.

Sus ramas me lo susurran,
y acariciando me llaman
para avisarme que llegan
los aires que ya atraviesan
el valle con fría escarcha.

¡Esta tremenda pereza
que da abandonar la siesta…!
¡Abandonar a mi árbol,
la cascada con su presa,
la música de mi orquesta…!

Recojo de nuevo el sueño
y a mi mochila lo meto.
Ya se encienden los faroles
del camino que hace cuesta
hasta llegar al cemento.

Volveré otra vez mañana
a mi árbol de la pradera.
Charlaremos de los sueños
que entre sus ramas jilgueros
hacen perfecta mi siesta…

© 2017  J.I. Salmerón

Una nube

018-2

 

Pues sí, soy una nube…
Sobre la atmósfera vivo
y corro el cielo y me canso,
y a veces paro y te miro
cómo floreces de pronto,
y a veces lloro despacio…

Y soy mullida y blandita
como una oveja de campo.
Y blanca, casi invisible,
cuando feliz me levanto.
Y oscura y llena de rabia
si de repente me enfado.

Y claro, como soy nube
siempre voy de lado a lado,
siempre con prisa, viajando,
siempre a lomos de ese viento
que va arrastrando mis pasos
sin darme apenas descanso…

A mí me gustan las tardes
de los tranquilos veranos.
Pasar despacio y posarme
sobre la rama de un árbol
y a eso de las ocho y media
frotarme en el campanario.

Los inviernos no me gustan,
hace frío y hay relámpagos,
y esas tormentas tan negras
que a pesar de que soy nube
y las conozco de cerca,
no me acostumbro a su paso.

Los otoños me apasionan.
Esos rayos placenteros
del sol tocando cuneta
dejando pintado el cielo
de naranjas y violetas,
de rojizos y azulados.

Y qué decir que embellezca
más que una primavera.
Todo el campo es una flor
y mis besos agua en tierra
que germinan con Amor
la magia que la rodea.

Pues sí, yo soy esa nube
a la que nadie echa en cuenta
hasta que llega ese sol
turbando vuestras cabezas.
Yo soy esa nube blanca
que da la sombra perfecta…

© 2017  J.I. Salmerón