Nos despedimos de nuevo.
Y un frío helador,
tan enorme como un mar,
paralizó aquel momento.
Yo me marché.
Y mi boca, sin tu beso,
parecía no aceptar
aquel terrible destierro.
Hasta mis manos dudaban
si debían dejarte ir
o rogar, con caricias
bajo tu pelo,
otros tres instantes más
de tu risa en mi recuerdo.
Necesitaba abrazarte.
Que nos faltara el aliento
y que al mirar a tus ojos
viera en su fondo algún brillo
que suplicara de Amor
que no me fuera de nuevo.
Solo el silencio
y las ganas.
Solo ver cómo te alejas
tan despacio…
Solo ver como se aleja
tan deprisa
el palpitar de mi alma…
Dijimos adiós.
Y tu beso se marchó.
Y yo me quedé sin beso,
y mis labios
sin aliento,
y sin aliento mi voz.
Y me quedé sin abrazo
y tu cuerpo
no tembló.
Nos despedimos de nuevo.
Y aquel calor del encuentro
se envolvió de frío invierno
al despedirnos los dos.
Y mi boca, sin tu beso,
embargada de deseo,
solo lloraba el adiós…